Hey…
Allan Alexander Amador Cervantes
He revisado los hechos. Este mensaje no es una invitación a discutirlos. Es un expediente.

Mentiste. No una vez. No por accidente. Repetida. Sistemáticamente. Cada mentira tuvo un propósito: manipular, extraer o encubrir. Sabías exactamente lo que hacías.
Falseaste tu estado sentimental. Ocultaste a tu novia mientras iniciabas contacto con otras mujeres, negando su existencia incluso mientras compartías la cama con ella. Mantuviste múltiples conversaciones en paralelo, todas impregnadas de engaño, diseñadas para obtener acceso emocional y, en algunos casos, beneficio financiero. Trataste a las mujeres como intercambiables. Desechables. Herramientas.
Esto no fue un error. Fue una estrategia.
Cuando te confrontaron, respondiste con más mentiras. Cuando se te pidió claridad, creaste caos. Usaste la lástima, un lenguaje moralista y tragedias personales como armas. Distorsionaste la verdad y usaste la proximidad—geográfica, emocional, física—como arma. Invocaste a tus familiares—María Elena, Christopher, Fernanda, Roberto, Sebastián, e incluso a Kenno cuando aún vivía—como coartadas para encubrir la verdad. Mentiste usando el nombre de tu madre. El de tu hermano. El de tus amigos. El de tus sobrinos. No los protegiste—los usaste. A todos. Eso es cobardía.
No eres víctima de un malentendido. Eres un manipulador experimentado con un patrón claro de abuso psicológico calculado—gaslighting, triangulación, fraude emocional. Usas la intimidad como arma. Tu lenguaje es performativo. Puedes fingir empatía cuando te conviene. No son errores. Son tácticas.
No eres simplemente “defectuoso”. Eres peligroso.
Escribe cartas a cada mujer a la que mentiste. Admítelo todo. No verdades a medias. No distorsiones. Hechos. Nombres. Fechas. Mentiras. Actos. Daños. Cada omisión será otro acto de manipulación.
También reconocerás el daño causado a quienes usaste como escudo—Christopher, Fernanda, Roberto, Sebastián y tu madre. Y pedirás perdón, también, a Kenno en su tumba. Arrastraste sus nombres para protegerte. Ensuciaste su reputación para limpiar la tuya.
Ya se te aconsejó antes. En privado. Por personas que creyeron que podías cambiar. Rechazaste esa oportunidad. Ya no existe.
Este es el punto sin retorno. Estás expuesto. Limpia los escombros que dejaste. No para ser perdonado. No para ser redimido. Sino porque es lo mínimo que exige la decencia—algo ausente en tu comportamiento.
Hazlo por escrito.
Hazlo por completo.
Hazlo ahora.

Esta página fue publicada el 5 de julio de 2025. Si sigue activa, significa que Allan se ha negado a pedir disculpas. Saque sus propias conclusiones sobre el fracaso de Allan en asumir un papel de liderazgo en materia de responsabilidad, a pesar de la avalancha de pruebas contundentes.